05 octubre 2008

dinero...

.- Sí: ganas medio millón al mes, pero cuando te dan tu paga de dos meses en un fajo los enrollas todos juntos, y entonces, coges ese rulo con la mano y lo aprietas, y sale sangre.
Así me explicaba hace veinte años un trabajador de las plataformas petrolíferas del mar del norte su extraña vida y la de todos sus compañeros de trabajo. Comidos, dormidos, lavados... pasaban dos meses en la plataforma y trabajaban más de doce horas diarias. Un trabajo duro y sucio. Luego tenían dos meses de vacaciones antes de volver al trabajo. Seis meses de trabajo y seis meses de vacaciones al año. Me parecía ideal. En un año se podía ahorrar suficiente dinero para hacer un montón de cosas, pero ellos se lo gastaban todo en los dos meses intermedios. ¡Qué va! en las cinco primeras semanas.
.- te dan tu dinero en la mano y en lo único que piensas es en gastarlo lo más rápidamente posible. No quieres tener esa mierda contigo. Hay demasiado sufrimiento, demasiado sudor, demasiado de tu sangre en ese montón de papeles.
Después de su última estancia en la plataforma había montado en un petrolero rumbo a Tenerife y había fundido toda la pasta en menos de tres semanas. Ahora caminábamos juntos por los páramos de Buenavista comiendo higos chumbos y mariscando lapas; y hablando de la vida. En dos semanas debería coger otro barco que lo llevaría de vuelta a la estación petrolera a ganar otro millón...

(...)

.- Ganas mucho dinero, me decía el búlgaro esta tarde, hablando de la guerra de Bosnia, pero mucho mucho. Y en la base no gastas nada. Comes muy bien, mucha carne; cuánta quieres, y también tienes vodka, y vino, y cama para dormir, y te dan la ropa. Cuando volví después de dos años mi madre quería que comprara una casa, pero yo ya tenía una casa y además: por un pelo casi me matan cuatro veces, y yo no quería a comprar una casa con esto. Lo gasté todo en cuatro meses: discotecas, fiesta, chicas, vodka... Cuando se acabó le pedí un poco de dinero a mi madre, metí algo de ropa en un saco pequeño y compré un billete de autobús para San Sebastián. Quería cambiar de vida. No sé qué: no sé qué vida pero no aquello.

Hablando de esto se nos han hecho las nueve y hemos llegado a la salida del supermercado. No nos han mentido, ahora están sacando la basura. Hay un ucraniano, un ruso, un lituano y un gitano rumano. Conozco al rumano; es de esos que intentan llevarse cosas a escondidas, y coger más que los demás, pero con estos gigantones no se atreve a usar sus trucos. Nos repartimos lo que hay. Uva, peras de agua, melocotones, apio... vitaminas necesarias que nos permitirán optimizar los magros recursos alimentarios de que disponemos. El ruso y el ucraniano están muy borrachos pero se portan con toda corrección. Recogemos, todo vuelve a la basura hasta dejar la acera limpia, y el búlgaro y yo nos volvemos en silencio hacia el solar.

1 comentario:

Pareidolia dijo...

Sans paroles
Gros bisous