15 abril 2010

Violencia de género

Tengo un amigo africano que gusta hablar -demasiado en mi opinión- de coñitos estrechos...

9 comentarios:

Jorge dijo...

en Japón los extranjeros en general y sobre todo negros tienen prohibida la entrada a muchos clubs de alterne con el famoso cartelito: "Sorry, these girls are for Japanese men only” o “No gaijin".

Razones para ello y para ellos hay unas cuantas. Una de ellas es que el tamaño importa. Sí, porque, efectivamente, ellos la tienen pequeña comparado con nosotros,al igual que nosotros la tenemos pequeña comparada con la media de los negros. Cuando preguntas a las putas por el tamaño medio de los japonenes las tías van y te enseñan el meñique. Y, obviando que las comparaciones son odiosas para el que sale perdiendo, sabréis que cuando un coño es embestido por grosores mayores la turgencia de las paredes vaginales ya no es la misma y, por tanto, el roce provocado al pene en cuestión tampoco y el mete-saca se convierte en un cansarse para nada. Y a los nipones no les hace ni puta gracia que venga un negrazo con su broca del 21 a tunelar sus estrechitos conejos, que, efeectivamente, son estrechos. Esto es algo que, lógicamente, también preocupa a las chicas que se dedican al puterío tanto en su curro como de cara a su futuro como esposas.

Anónimo dijo...

La explicación de Jorge es muy lógica, incluso pudiera parecer un típico comentario machista-salido de cualquier tertuliano de bar de barrio. Pero viendo las etiquetas y la procedencia de tu amigo...

Recuerdo perfectamente un texto que colgaste, creo que en tu antiguo blog, que relataba cómo mutilan los genitales de las niñas. Qué espanto.

Anónimo dijo...

A todo esto, ¿este post no lo habías puesto ya? No sé por qué últimamente tengo la sensación de haber vivido-leído algunas cosas antes...

huelladeperro dijo...

Claro, Jorge, Si los negros son las tuneladores del mundo de las pollas, y las negras las estaciones de metro del mundo de los coños, es posible que al salir estos de sus países y descubrir coños más estrechos le hayan cogido gusto a la cosa. Gusto o vicio, porque si la naturaleza ha hecho a las negras con los coños más anchos debe ser precisamente para que se adapten bien a las pollas de los negros, lo mismo que en Japón emparejó pollecitas meñique con coñitos dedales. El caso es que no creo que el placer dependa de una mayor fricción entre pene y vagina sino en todo caso de la calidad de esa fricción, y de lo que con esa fricción se transmiten el que está al otro extremo del pene y la que rodea la vagina. Nuestros modos sociales de hoy en día (las pelis porno por ejemplo, o las conversaciones de bar que dice la Benedetina) son menos respetuosos con las hembras de la especie de lo que lo era en la india en el siglo V de nuestra era el Kama Sutra. Da que pensar, ¿no?

Y sí, Benedetina, iba por ahí la cosa. Cuando yo era niño la palabra orgasmo no se usaba en España. Sólo se podía emplear (bajo circunstancias excepcionales y con fuertes medidas de seguridad), la palabra eyacular. Ya ves cómo estaba la cosa. La mitad de la población española no tenía derecho a reirse. Peor. Ni siquiera se contemplaba que fuera capaz de reirse.
Parece que hay culturas que llevan esto hasta el extremo y estirpan el órgano de la risa de las mujeres, y luego cosen los bordes de la herida hasta dejar un coñito pequeño. No, un coñito pequeño no, sino un agujerito estrecho a mayor gloria de la excitación por rozamiento del macho eyaculador. Y no te creas que aquí y ahora estamos mucho mejor. Sólo tienes que ver alguna peli porno o escuchar conversaciones de esas de bar para darte cuenta de lo mal que estamos.

Humm, ¿no estarás leyéndome el blog antes de que lo publique?

Anónimo dijo...

(¿telepatía? ¿viajes mentales al futuro? no me ralles más de lo que estoy!! :P)

huelladeperro dijo...

Pues menudo homenaje me estaba yo pegando mientras tú publicabas el post sobre las drogas...

Antígona dijo...

Estas cuestiones me ponen fuera de mí, Huelladeperro, por el extremo de cosificación del otro que suponen, reducido a una polla grande o a una vagina estrecha.

La violencia que tal cosificación ha supuesto y sigue suponiendo sobre la mujer es innegable. Recuerdo que la primera vez que escuché a un amigo, que despotricaba contra una mujer que le había hecho daño, decir que la tipa no era consciente de su escaso atractivo en el mercado de valores por haber parido ya dos hijos y tener la vagina dilatada, casi me caigo de la silla. No por mi amigo, que estaba cabreado con ella y podría haber dicho cualquier barbaridad para menospreciarla, sino porque pensé: Vaya, ahora no basta con tener unas tetas grandes y un culo sin celulitis para resultar atractiva sexualmente, ¡encima se nos valora por el tamaño de nuestras vaginas! Pues que el tipo al que le importe se haga un agujero en la pared de su casa del tamaño que le apetezca para meterla cuando le venga en gana y nos dejen a nosotras en paz de una puta vez!

Lo peor es cómo esa violencia que todavía se ejerce sobre la mujer en muchos países es interiorizada en los occidentales por las propias mujeres, que hoy día no sólo se someten voluntariamente a liposucciones y aumentos de pecho para revalorizarse en el mercado, sino que se hacen remodelar los órganos genitales para hacerlos semejantes a los de las actrices porno. Según me comentó alguien, la operación de los labios menores es la segunda más demandada en España. ¿No es esto ya el colmo de la locura a la que aboca la obsesión por la estética y el consumismo sexual?

Pero en Occidente esa misma cosificación violenta está volviéndose contra el hombre. A altas horas de la madrugada proliferan en televisión anuncios sobre máquinas para aumentar el tamaño del pene. Los aparatitos parecen sacados de un juego de instrumentos de tortura de la Inquisición. El modo en que se los publicita, lo más agresivo que he visto en televisión en el terreno de la publicidad. Como si un hombre no valiera absolutamente nada de no medir su polla más de X centímetros ni fuera capaz entonces de satisfacer sexualmente a ninguna mujer.

En fin, por suerte aún somos muchos los que, como tú, pensamos que el placer no depende “de una mayor fricción entre pene y vagina sino en todo caso de la calidad de esa fricción, y de lo que con esa fricción se transmiten el que está al otro extremo del pene y la que rodea la vagina”. No lo podías haber dicho mejor.

Un beso!

Jorge dijo...

pero, a ver, si hay 0 fricción, qué calidad de fricción va a exisitir?

Jorge dijo...

Antígona: y las mujeres.. qué criterios usáis para valorar sexualmente a los hombres?