28 abril 2008

En el salón de actos estamos todos: Los miembros más antiguos y los captados más recientemente; que flirteamos con la secta, pero aún no hemos decido integrarnos.

Todo está precioso, limpio, brillante, impoluto. Nosotros llevamos nuestras mejores galas, y los que están de seguridad, cuya labor es defendernos a todos; interponiéndose ellos si es preciso; tienen un gesto más decidido y serio que nunca.
No es para menos: ha venido a visitarnos el fundador de la secta, y hoy, esta tarde, dentro de escasamente media hora, dará una conferencia.

El fundador de la secta... No se trata de ningún gran maestro, ni tampoco de un maestro menor. No es desde luego un avatar (algunas sectas de hoy en día pretenden que sus líderes son avatares; sí, como Krishna). No, en los espacios de conocimiento y evolución que hay más allá de la triste prisión de la civilización humana nuestro maestro no es ningún personaje importante: es simplemente un "discípulo aceptado".

¡Un discípulo aceptado! visto como está el mundo, para nosotros ya es bastante, y yo que soy algo lúcido, no me siento capaz de enfrentarme a un verdadero maestro; de sobras conozco mi debilidad, mi confusión y lo poco hombre que soy, y protejo por eso mi frágil estructura de impresiones demasiado fuertes.

Van formándose corrillos. Los miembros más antiguos reciben a los visitantes que han venido a la conferencia y les dan conversación, o los integran en otros corrillos. Nosotros, los alumnos recientes, no tenemos apenas responsabilidades, y se nos deja más o menos ir a nuestro antojo por la sede. Un profesor de un grupo algo más avanzado y algunos alumnos pasan por mi lado en animada conversación. Uno de los de mi clase me dice que les acompañe, que van a ver al líder. El profesor lo confirma y me invita a acompañarles... rehuso, confuso; prefiero verlo en la conferencia, les digo, pero en realidad estoy avergonzado de que alguien que haya alcanzado altura humana pueda ver mi repugnante alma. Mientras observo la sutil labor de vigilancia y acompañamiento que llevan a cabo los miembros más antiguos, camino absorto en mis pensamientos. ¿Quién será ese hombre? ¿cómo se llega a discípulo aceptado? recuerdo un comentario de mi profesor que en la anterior visita del líder se encargó de limpiar y arreglar su habitación: no había encontrado ni una colilla, ni un poco de ceniza, y sin embargo el líder fumaba... mi maestro sospechaba que su acusada sensibilidad le llevaba a fumar acompañando a los demás...

Ya va a empezar la conferencia, y aunque los nuevos discípulos se sientan delante, yo consigo quedarme en el medio, disimulado entre el público. El director de la sede local presenta al conferenciante; un poco de teatro, pues todo el mundo sabe quien es; y la sala, especialmente abarrotada, se prepara para recibir enseñanza; de la fuente más alta...

Tengo que pedir vuestra colaboración para explicaros que impresión me causó: si os dijera que parecía un león, o un tigre, o un lobo, o un toro, vosotros veríais enseguida la potencia salvaje, primitiva e indómita del animal en cuestión, y podría decir más; una gacela, un elefante, un cocodrilo, evocan en vosotros las cualidades de estos animales, las reconocidas por todos, y enseguida estáis de acuerdo conmigo en lo que hablamos. Pero los humanos modernos, por civilizados o por imbéciles, no encontramos nada mejor que elegir a un "cabeza de turco" y adornarlo con cualidades ficticias, que no le corresponden, pero que los hombres hemos decidido colgarle a alguien. Así las putas y los maridos engañados padecen este insultante fenómeno, pero quizá quien más lo sufra de todo el mundo social y animal sean los cerdos...

Y lo sufren injustamente, porque los cerdo son animales limpios, inteligentes, y tan parecidos al hombre que son la principal reserva de órganos para xenotrasplantes...

El líder tenía eso que tanto nos inquieta cuando miramos a un cerdo a los ojos que es la conciencia de su propia inteligencia, de su propia potencia, de la solidez de su cuerpo; de que lo estamos mirando; y ningún miedo.

En cualquier caso, y si la coincidencia no os permite evocarlo bien, decid que parecía un jabalí.

Estas consideraciones me hicieron perder el principio de la conferencia, y cuando volví a atender, el líder estaba enfrascado en una farragosa explicación sobre cómo era necesario para llegar a un sitio nuevo salir del lugar en que se estaba. Parecía querer decir que debíamos cruzar como algún vacío, como alguna poza de agua helada, y que debíamos antes soltarnos de las rocas de un lado, si queríamos llegar a las rocas del otro lado...

Mientras hablaba su mirada iba saltando de uno en uno, nunca lo bastante para incomodarnos, pero sí para calibrar cuánto entendíamos de su conferencia. Yo no pude evitar pensar que seguramente llevaba muy pocas vidas como humano, y que su pujanza de jabalí le estaba haciendo cruzar rápidamente por la existencia humana, sin apenas tiempo para desarrollar el lenguaje...

Al final dejó la vista fija en un punto en el centro de la sala, y mirando hacia allí sus ojillos vivarachos nos abarcaban a todos. Y como un director que solicita de la orquesta un tremendo crescendo, puso sus manos ante sí y las hizo vibrar hacia el cielo mientras nos rugía:




¡¡ SOISS LIBRREES !!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

q mal rollo da el relato, y tú con tu sorprendente lucidez necesitas a alguien q te diga medio poseso q eres libre?? un cerdo, un jabalí, un ser humano en definitiva... yo me preguntaría el motivo por el cual dedica su existencia declarada excelente a adoctrinar a otros, ¿altruísmo o narcisismo?, ¿vocación de darse a los demás o de conducirlos? Las personas más proclives a caer en las garras de una secta son las más sensibles, y las que buscan con mayor ahínco el sentido de las cosas. Ten cuidado. Te recomiendo estar alerta, no dejes que te engañen: la verdadera salvación está en los libros (en uno mismo)

Anónimo dijo...

que va, anónimo. La salvación solo existe para los que se sienten esclavos.

Anónimo dijo...

... de acuerdo. Aunque yo diría más bien "para los que se saben"