La primera persona que he visto ha sido un viejo amigo.
Se había rasurado de arriba abajo y cubría su cuerpo con ceniza blanca.
He juntado las manos con respeto y me he alejado, llevando conmigo un poco de su dolor.
Después he visto una vieja amiga.
Había cubierto su cuerpo de pétalos de colores y lucía entre sus pechos flores blancas.
He acariciado sus mejillas y ahora mis manos tiemblan solas y germinan.
Ya tengo bastante por hoy, le he dicho a Dios, me vuelvo a la cama.
Dios no me ha contestado, pero a mi alrededor, el mundo seguía viviendo...
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