03 noviembre 2006

Solidaridad

Me acaba de pasar:
En esta ciudad del 78, muy cercana a París.
Dos carriles para subir, dos carriles para bajar, pero los dos de subir están imposibles de tráfico, los coches ni se mueven, y yo tengo que cruzar.
Como los de bajar son los que tengo más cerca, y no viene ni cristo, y la velocidad está limitada a 50, cruzaré hasta la mitad, y esperaré tranquilamente a ver un hueco claro entre estos coches parados. ¡Ea! ¡vamos allá! ¡Hay no!, que viene una ambulancia.
Efectivamente la ambulancia viene empujando a la cola de los coches parados, va en la misma dirección y parece que tiene prisa. Alguna urgencia médica... La mujer que tengo delante de mí toca con fuerza el claxon y se sube a la isleta de peatones. El coche que hay delante de ella vuelve a tocar el claxon mientras que juega con el embrague para que el motor suene con fuerza e invade la calzada contraria que está vacía. Los dos coches que tienen a la derecha se arriman a la acera hasta dejar un hueco por el que; es seguro; cabe cómodamente la ambulancia. Los coches de delante hacen lo mismo y muy rápidamente una cadena de solidaridad deja expedito el paso para que la ambulancia pueda cumplir su función lo mejor posible. Todos saben que en estos casos, unos segundos arañados pueden ser la diferencia entre un buen pronóstico y uno trágico. Mientras la ambulancia pasa entre los coches atravesados una corriente de simpatía la acompaña a ella y al desventurado paciente cuya salud depende de ella, y los de los coches van pensando estas cosas:
Pobrecillo; ¿quién será?
Espero que este se salve.
Ojalá no sea nada grave.
...................... ......... .............. .....
..... ..... .................... . ........... . ¿Donde os habéis perdido?

Sí, esto es Francia.
Ni un solo vehículo cedió su turno, nadie hizo nada antirreglamentario.
Los del interior de los coches ni se inmutaron, y la ambulancia recorrió toda la calle, en su lugar de la cola, haciendo sonar la sirena...

6 comentarios:

Col.George Taylor dijo...

Así me gusta...contribuyendo al sufrimiento ajeno y previniendo la superpoblacion dejando a otra persona morir...

huelladeperro dijo...

No es más que estupidez. El conflicto irresoluble entre dos poderosas tendencias contrarias: 1°) seguir los dictados del alma (dejar pasar la ambulancia) y 2°obedecer las normas sociales (no salirse del rebaño) Es el conflicto primario origen de toda neurosis. El resultado obtenido: Estupor. es decir, no ser capaz de hacer lo uno ni lo otro, y se sufre una parálisis que sin duda ha sido el recurso seguido por la evolución para soslayar el problema. (otros mecanismos más activos pueden ponerse en marcha cuando es la propia vida la que está en juego) Solo que en los franceses el peso del superego es tan grande (la obediencia a la sociedad)que gana siempre la batalla. Pero el conflicto se manifestaba en que no eran indiferentes, estaban de verdad paralizados (ninguno seguía hablando de sus cosas. Pero es que luego me pasó otra cosa.....

Angel y Demonio dijo...

Buf, pues sí, ni en francia ni en chile, ni en ningun otro lado sospecho. Quizás en alguna peli! Saludos!

huelladeperro dijo...

quizà vivo un mundo de pelicula, pero en casa mia (valencia espanya)todos perdemos el culo para ayudar cuando pasa una ambulancia sonando la sirena (no cuando es la policia) y ademas muy contentos (secundariamente) de tener una escusa para cometer infracciones justificadas

Anónimo dijo...

ooodio los rebaños.. los odio.. incluso me enervan los rebaños de vrais moutons.. y de tanto seguirme el alma asltarina que tengo, me volví neurótica... Venir a encontrar aquñi esa respuesta! habráse visto!

Ladrón de mandarinas dijo...

Recuerdo que, de criajo, una de las imágenes que más ne impactó la vi mientras cenaba, en televisión: alguien moría en plena calle, en una de esas de gran ciudad muy transitadas... La gente pasaba junto al cadáver o sobre él, ya que estaban tan apretujados que no tenían espacio para esquivarlo. Y nadie se paraba.

Bastantes años más tarde, en una f´ria mañana de camino al instituto, alguien se cayó de una moto en un semáforo. No iba demasiado rápido, yo llegaba tarde a clase y, mientras el estupor me invadía, alguien se acercó antes que yo... Entonces, pensé, "vaya, ya ha ido otro. ¿Para qué seguir? si en realidad ni siquiera me importa".

Así, el estupor acaba convirtiéndose en frivolidad, indiferencia y, a veces, morbo. Qué de gente se para a mirar los accidentes... Y cuántos pocos hacen nada.